Consciencia, propósito, sentido y hacerse cargo

En mayo del 2022 le regalé mi copia de “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl, a un amigo muy querido que estaba transitando una situación compleja y dolorosa, como una forma de aportarle un poquito de fuerza interna para seguir.

Esa copia la tenía completamente rayada: con notas y reflexiones mías, con banderitas por doquier, con estrellitas para llamar la atención sobre las ideas y frases. Con mi proceso reflexivo explícito plasmado en cada hoja, como tengo cada uno de mis libros.

Como extrañaba leerlo lo volví a comprar y comencé de nuevo: leer, reflexionar, rayar, anotar, marcar, hacer consciencia, conectar con mi propósito, hacerme cargo y volver a empezar…

Hoy, a punto de terminarlo llegué a las siguientes frases:

“Cada hombre, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser -espiritual y mentalmente- y conservar su dignidad humana”

“Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido”

¡Tanta fuerza que hay en ellas!, ¡tan potente lo que nos muestran!… tan sencillo que suena y tan difícil que se nos hace a veces. ¿Y por qué?

Lo que me ha tocado vivir, desde la experiencia propia cuando era más niña (o menos consciente y menos accountable mejor dicho), luego desde mi experiencia acompañando a otros en sus procesos de desarrollo, desde aquella como mamá de Damián, desde el lugar de profesora en diferentes ámbitos y desde la consultoría estratégica a equipos y organizaciones, es que o bien las personas casi siempre indicamos tener claro qué queremos: “mamá es mi vida, no me digas qué hacer”, “me carga que los profesores nos digan qué hacer como si fuera lo único”, etc; o bien decimos no lograr lo que queremos porque el medio o el sistema nos lo impide: “si estuviera en otra empresa u otro cargo, podría hacer x o y”, “si viviera en otro país entonces me iría bien”, “si hubiera crecido en otra familia”, “si mi jefe fuera así o asá”, etc… y así, vivimos hablando desde lo que queremos y de todas las trabas que aparecen para no lograrlo.

Y mientras tanto, Viktor Frankl me dice en su libro “cada hombre…puede decidir quién quiere ser” y veo que aparece la primera brecha con la forma en que muchos transitan la vida: la mayoría de las personas hablan desde qué quieren hacer y Viktor Frankl habla desde el quién quiero ser.

El nivel de profundidad es diferente, aquello que observamos es diferente y, por tanto, la forma de transitarlo y enfocarlo es diferente.

¿Quién quiero ser?, es en este lugar donde reside nuestra libertad.

Esta pregunta nos lleva a mirar hacia adentro, a sintonizar con nuestro propósito, con aquello que genera sentido para nosotros por lo tanto, lo que nos energiza y moviliza.

Y para sintonizar, primero hay que ser conscientes de cuál es nuestro propósito.

Hay muchos estudios, autores y análisis que llegan a esta misma conclusión, quizás con diferentes palabras u orientaciones, sin embargo siempre es lo mismo: la importancia de ser conscientes de nuestro propósito para sintonizar con él y desde allí movilizarnos hacia una vida con sentido, que impacte y aporte.

Susan David, en su libro Agilidad Emocional[1], habla de “Walking your why” como el primer paso para lograr agilidad emocional. Caminar el “para qué” (el propósito), entendiendo por ello que cuando tenemos claridad de éste y tomamos las decisiones del día a día siendo coherentes con él y con el tipo de vida que queremos vivir, entonces comenzamos a sintonizar para lograr resultados exitosos en términos de bienestar.

Simon Sinek y su conocido Golden Circle pone énfasis en el propósito como la base para la sintonía interna y con otros.

“La gente no compra lo que haces sino por qué lo haces”, “Para qué te levantas todas las mañanas y por qué a alguien debiese importarle” son algunas de las frases que aparecen en su TED Talk “Cómo los grandes líderes inspiran la acción”[2], y en ellas nos vuelve a mostrar la importancia de conectar con nuestro propósito, ya que desde allí emerge el sentido y la movilización.

Selligman, al crear su modelo VIA de fortalezas de carácter[3], nos muestra la importancia del Ser y la falta de foco que existía al respecto hasta ese momento.

Habilidades, talentos, intereses, recursos, eran las fortalezas de las que siempre se hablaba. Y todas ellas discriminan a las personas por el hacer (si tú eres bueno en hacer algo y yo no, entonces tú eres mejor que yo), por lo que nos conectaban específicamente con el Qué.

Al estudiar y analizar al ser humano desde el Ser, poniendo énfasis en lo apreciativo, aparece su modelo VIA de fortalezas de carácter. Fortalezas que nos distinguen como personas por lo que no discriminan (una persona no es mejor que otra desde el Ser, simplemente es diferente), son capacidades positivas que permiten realización personal, que no disminuyen a otros, que reflejan identidad personal y contribuyen al bienestar colectivo, entre otras características.

Podría hablar mucho del VIA porque es un modelo que amo y con el que trabajo a nivel individual y colectivo, sin embargo este no es el espacio. Lo nombro como un dato más de cómo los diversos estudios, modelos y análisis a lo largo del tiempo han ido relevando la importancia de poner el foco en el SER, en la sintonía y en el desarrollo para el logro de resultados y bienestar.

En LEAD Institute ®, cuando el 2017 tomé la certificación y diplomado en Liderazgo Efectivo para el Alto Desempeño y fui coacheada por Rodrigo Zambrano, me dijo un día “de la sintonía emerge la movilización”, frase que caló hondo en mí y que, luego de ver la charla de Simon Sinek, siento que resume perfecto todo lo que él habla: es desde el propósito, el para qué, desde donde sintonizamos con otros.

Ignacio Fernández tiene una frase que es un mantra para mi: “la coherencia paga”, para mostrar que cuando somos coherentes en las decisiones que tomamos, con el propósito que tenemos, entonces los resultados vienen de regalo. Y si bien esto puede sonar muy etéreo (mi yo del pasado, ingeniero comercial trabajando en Multinacional de consumo masivo o de retail, hubiese pensado que era una bomba de humo!… tan poco consciente en ese momento), lo he comprobado en los últimos años en mí, en mis coachees y en las organizaciones con las que trabajo: la coherencia paga.

Entonces el hacer consciencia de aquello que nos energiza y nos mueve es el primer paso, sintonizar con esto es el segundo, ya que desde acá empieza a emerger el sentido.

Cuando sabemos quiénes queremos ser, sólo ahí, comenzamos a vivir con sentido y podemos intencionar nuestra vida de forma que nos nutra.

Hace un par de años escribí un artículo donde indicaba que me había dado cuenta de la existencia de un tirabuzón infinito entre el hacer consciencia y el hacerse cargo. Y ¿cómo funciona?: cada vez que hacemos consciencia de algo y decidimos hacernos cargo de aquello, entonces nos desarrollamos/evolucionamos, y al hacerlo entonces aparece un nuevo proceso de consciencia, con un algo del que nuevamente debemos hacernos cargo… y así el tirabuzón se activa y entramos en el proceso de evolución por el tiempo que queramos.

Algunas personas no saben cómo activarlo, otras no saben cómo hacerse cargo, algunas no son conscientes ni siquiera de su existencia… en cualquiera de estos casos, si las personas comienzan un proceso de acompañamiento pueden encontrar y activar el tirabuzón.

El único tipo de persona que no va a lograr activarlo es aquella que no quiere, porque no podemos obligarlo… por lo tanto, nuevamente entramos en la importancia de la actitud y del hacerse cargo, del querer.

“Una vida activa cumple con la finalidad de brindar al hombre la posibilidad de desempeñar un trabajo que le proporciona valores creativos; una vida contemplativa también le concede la posibilidad de hallar la planitud al experimentar la belleza, el arte o la naturaleza. Pero también atesora sentido una vida exenta de creación o contemplación, que solo admita una ´única capacidad de respuesta: la actitud de mantenerse erguido ante su inexorable destino, como por ejemplo en un campo de concentración. En esas condiciones, al hombre se le niega el valor de la creación y de la vivencia, pero aún la vida ofrece un sentido. De manera que todos los aspectos de la vida son significativos; también el sufrimiento. Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento…” …”una vida que consistiera sólo en salvarse o perecer, cuyo sentido dependiera del azar de las miles de arbitrariedades que conforman la vida en un campo de concentración, no merecería la vida vivirla”. [4]

Es en la última frase donde Frankl nos recuerda la importancia del hacerse cargo. En su libro la situación es realmente extrema, el campo de concentración. Pero llevemos esto a una realidad de nuestro día a día a los colegios, a los trabajos, a las familias. ¿Cuántas veces estamos en el modo de “echar la culpa al empedrado”?, es decir, en modo de tirar la responsabilidad hacia afuera, en el locus de control externo donde la vida es la que nos lleva, con sus vaivenes y arbitrariedades. Done el trabajo que tengo, el jefe que me tocó, la pareja que tengo, el país donde vivo, la casa donde habito, la familia en la que me crié, etc son los que definen mi vida y definen quién soy y por tanto el sentido.

Me toca verlo a diario con mi hijo de 8 años porque aún está desarrollando el proceso reflexivo y aprendiendo el hacerse cargo, lo veo con mis coachees que buscan generar un cambio y a veces entran en el modo víctima donde indican que el sistema define quiénes son, lo veo con los equipos y organizaciones que realmente quieren avanzar, pero cuando el sistema empieza a crujir y aparece la incomodidad del desarrollo, entonces buscan volver a la rutina echándole la culpa a variables externas (el mercado, la idiosincrasia de la organización, la cultura, el gerente, la fusión, el país, etc, etc).

Y lo que he visto es que la variable que permite a las personas y sistemas sostenerse en momentos complejos y evolucionar (tanto en lo complejo como en lo simple), es la actitud de hacerse cargo. La actitud de saber que sólo ellos (individualmente o como sistema) son los que pueden generar un cambio.

Esto no implica que vaya a ser fácil ni simple. La mayoría de las veces no lo es, es complejo, incómodo, desafiante incluso doloroso… y al mismo tiempo completamente gratificante, inspirador y evolutivo.

“La incomodidad es la puerta de entrada a una vida con sentido”[5] es una de las frases que Brene Brown indica en su maravillosa charla “El poder de la vulnerabilidad”. Y así es. Es más fácil vivir en piloto automático, creyendo que no podemos hacernos cargo y que la vida nos lleva. Es más cómodo, es parte de nuestra zona de confort. Pero es menos gratificante, no nos permite conectar realmente con lo que nos apasiona y nutre y, por tanto, no nos permite florecer… y en muchos casos nos lleva a marchitarnos.

En las organizaciones uno de los indicadores que siempre analizo es el de “activamente no comprometidos” porque nos muestra las personas a las que nada les importa. Nada los mueve, ni para bien ni para mal. Personas en piloto automático.

Causas puede haber muchas y si bien es muy importante mirarlas para hacernos cargo de ellas (nuevamente el hacerse cargo), lo que este indicador muestra es falta de sintonía y de sentido.

Entonces hacer consciencia, propósito, sentido y hacerse cargo no son simples palabras de moda, sino que son un proceso que debemos activar internamente, desde lo personal individual y desde lo colectivo organizacional. Ya que nos permitirá intencionar aquello que nos nutre y, desde allí, florecer.

Finalmente, la sintonía es estratégica. Es la que nos permite responder la pregunta ¿quién quiero Ser?. Y si tenemos claro esto, entonces cada una de nuestras decisiones debiese siempre aportar a construir ese Ser, ese tipo de vida que queremos vivir. Si somos coherentes, los resultados vienen de regalo.

Muy buena semana!


[1] “Agilidad Emocional”, Susan David. Editorial Sirio, año 2018.

[2] https://www.ted.com/talks/simon_sinek_how_great_leaders_inspire_action?language=en

[3] https://www.viacharacter.org/

[4] “El hombre en busca de sentido”, título  La libertad interior, página 96-97, Viktor Frankl.

[5] Ted Talk Brene Brown, “El poder de la vulnerabilidad”: https://www.ted.com/talks/brene_brown_the_power_of_vulnerability?language=en

Scroll al inicio