¿Cuántas veces nos volvemos a conocer?

Hoy desperté y lo primero que se me vino a la mente fue la pregunta “¿cuántas veces nos volvemos a conocer?”

¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida nos damos cuenta de algo nuevo en nosotros?: un estilo musical que comienza a aparecer mucho más que antes en nuestras listas, una habilidad o capacidad inexplorada que de repente se despliega con fuerza,  un grupo de amigos diferente al que solemos frecuentar y que trae conversaciones que nunca antes habitamos (¡y que gozamos!); nuevos hobbies que conectan con lugares de nuestro ser que no habíamos visto (o no habíamos activado)…

Quizás en este minuto están pensando “Fran, pero eso es parte del desarrollo, del crecimiento. Uno va haciendo cosas nuevas y diferentes”, y la respuesta es sí, es parte del desarrollo y del crecimiento, pero ¿cuántas veces somos conscientes de ello?. ¿Cuántas veces nos detenemos a mirar y reflexionar qué significa para nosotros, para nuestro Ser, este nuevo hobbie o esto nuevo que ahora está presente?

Generalmente pasamos por la vida como quien recorre el pasillo del supermercado con una lista específica en la mano, y vamos haciendo los checks de aquello que ya tenemos: el colegio (check), estudios superiores (check), matrimonio (check), hijos (check), postítulo (check), trabajo (check)… y así cada cual agrega los checks o bien sigue recorriendo el pasillo para ver lo que le falta y cómo obtenerlo. Algunas veces paramos para ver en una góndola un producto que nos llama la atención (un hobbie nuevo, quizás?), una marca diferente (otro grupo de amigos? Otro grupo de música?), un sabor nuevo, etc. Puede que lo compremos y nos guste, y ahí viene un pequeño cambio.

Pero insisto, ¿cuántas veces nos detenemos a reflexionar sobre qué aportó a nuestro Ser esto nuevo que incorporamos? ¿qué significa en nuestro proceso interno de regeneración? ¿qué significa en nuestro desarrollo y transformación?

Consciencia. Así, con s y c. Como la capacidad del ser humano de percibir la realidad y reconocerse en ella, relacionarse con ella.

Lo que he evidenciado en carne propia impulsada y movilizada por tantas reflexiones a la que me han llevado los diferentes procesos que he transitado y lo que he vivido en mi acompañamiento a otros desde su desarrollo, es que el hacer consciencia lo es todo. O al menos es parte importante del todo.

Ser conscientes de nuestro propósito, de nuestras capacidades, del sentido de nuestra vida, de nuestros valores, de aquello que nos nutre, de aquello que nos drena y de nuestro impacto en otros.

No podemos florecer si no nos desplegamos coherentemente con quienes somos.

No podemos desplegarnos coherentemente con nosotros mismos, si no somos conscientes de quiénes somos.

Sólo lograremos ser conscientes de quiénes somos al orientar el desarrollo a la identidad y al Ser.

Se trata de conocernos, de conectar con nosotros, de sintonizar con nuestro propósito, de saber qué nos nutre, qué nos mueve, qué nos inspira. Sólo de esta forma nuestro caminar en la vida podrá ser intencionado hacia el desarrollar nuestro Ser completo, no de a pedacitos, sino en su totalidad: mente, cuerpo, espíritu y emoción.

¿Cuántas veces en nuestra vida nos damos cuenta de algo nuevo en nosotros?

En este último año me he dado cuenta de muchas cosas nuevas en mí. Tantas, que creo que hay personas que sienten que han tenido que volver a conocerme, otros sienten que no me conocen a pesar de tantos años de estar cerca; y yo misma me sorprendo día a día con todo lo nuevo que hay en mí.

Me gusta saberme diferente y, al mismo tiempo, la misma, porque una de las cosas que me he dado cuenta es que mientras más conecto conmigo más reconecto con mi esencia, esa que se fue tapando por capas de educación, cultura, deber ser, deber hacer, paradigmas, juicios (propios y de otros), etiquetas y un sinfín de tapices que taparon el original.

Así, en este proceso hermoso de regeneración ha ido emergiendo todo aquello que es mi esencia, que me hace quien soy y que me nutre; todo aquello que he ido dejando de lado porque ya no lo necesito o bien porque me retiene y traba; y todo aquello nuevo que va integrándose a medida que voy haciendo espacio. Todo aquello que quiere nacer y permanecer.

¿Cuántas veces nos volvemos a conocer?

Para mí, en este último año especialmente, me he vuelto a conocer muchas veces y cada una de ellas me gusta a quién conozco. Me gusta que el proceso sea eterno. Me gusta tener la posibilidad de regenerarme, de equivocarme, de cometer errores, de no saber. Acceder a la riqueza profunda de mi ignorancia y desde allí, renacer.

Scroll al inicio