Este año no he escrito mucho… casi nada. Ha sido un año potente, entretenido, de muchísimo aprendizaje con y acompañada/apoyada por otros, de mucha presencia conmigo, de compasión hacia mi y permitirme ser vulnerable.
En realidad ha sido un año maravilloso.
Emocionalmente desafiante, físicamente cansador… y aún así completamente maravilloso.
Hoy fui a ver Aquaman con un amiga (en realidad fui a ver a Jason Momoa, para qué miento) y mientras en la película todos los seres de debajo del agua peleaban entre ellos (y querían pelear con los de afuera… que también pelean entre ellos) me puse a reflexionar sobre la tendencia que tenemos los seres humanos para pelear. La mayoría de las veces. Por todo. Desde que tenemos uso de razón.
¡Si hasta peleamos con nosotros mismos!
“You gotta fight for your rights…”
“Hay que abrirse camino…”
“Este mundo es de los vivos…”
“Hay que pelearla…”
Y así miles de frases armadas que vamos escuchando desde niños, que nos preparan para pelear. Para protegernos. Para defendernos o atacar.
Y sumémosle a eso la manera en que nos educan en el colegio y la educación superior: no “copies”, que no te copien. Hagan las tareas solos. Hagan las pruebas solos. Hay que valérsela por si mismo, etc, etc etc.
¡¡¡Y después en las empresas se extrañan porque las personas no saben trabajar en equipo!!!
¿Y cuándo nos enseñan a ser compasivos?, ¿cuándo nos enseñan a abrazar nuestra vulnerabilidad y ser capaces de pedir ayuda/apoyo? ¿cuándo nos enseñan que hay tantas realidades como personas hay en el mundo, por lo tanto no debemos juzgar a otros apresuradamente sin conocer sus historias, sus sentires, sus pensares?
Este año comencé a coachearme cada dos semanas. Mi objetivo inicial del proceso era “ser capaz de movilizar a otros de manera efectiva”, pensando en poder apoyar de mejor manera a mis clientes individual y grupalmente.
Y en las primeras sesiones apareció la frase magistral de Rodrigo -mi coach- que me dijo: “Sintonía, disponibilidad y responsividad con uno, y después con otros. De la sintonía emerge la movilización”. Y eso cambió todo.
Porque para sintonizar, primero necesitaba abrazar mi vulnerabilidad. Eso que para mi era tan ajeno (y que si somos sinceros, para la mayoría de nosotros lo es), y además, que da tanto miedo.
Vulnerabilidad = debilidad.
Ese era mi paradigma. Ese era mi juicio sobre la palabra. Si me abría a la vulnerabilidad podía quedar expuesta, si quedaba expuesta entonces iban a conocer mis puntos débiles y si conocían mis puntos débiles entonces “sabrían dónde atacar”.
Así de simple.
Por lo tanto, abrirme a la vulnerabilidad no era tarea fácil. Y no lo fue.
Es un camino que he recorrido los últimos 8 meses. Con miedo algunas veces, con pánico otras. Pero lo he recorrido.
Y la sorpresa ha sido que al abrirme a la vulnerabilidad no he recibido ataque alguno sino al contrario: sólo he encontrado apoyo, aliento, contención. Y mientras más me abro a la vulnerabilidad, más fuerte me siento. Más segura, más alineada, más coherente. Más sintonizada y disponible conmigo. Más compasiva y menos exigente (conmigo).
Ha sido doloroso darme cuenta del peso que estaba llevando encima (que yo misma me estaba “tirando” encima). Soltarlo ha sido un alivio a pesar de que la coherencia interna cuesta, porque trae consigo una carga social alta. Mucha gente no se siente cómoda cuando un otro es coherente y lo demuestra en acciones.
Sintonía, disponibilidad y responsividad con uno mismo…
“Esta situación me causa tristeza”: sintonía con mis emociones y sentires.
“Esta situación me causa tristeza, y me doy el espacio de sentirla”: responsividad.
“Esta situación me causa tristeza, me doy el espacio de sentirla y voy a hacer algo al respecto”: responsividad.
A lo largo de mi proceso de coherencia me di cuenta en qué ambientes quería estar, con quién quería compartir mi energía, qué quería sostener… hasta ahí todo bien y todo el mundo me decía “te felicito, qué lindo proceso, etc etc”.
Cuando pasé entonces a decir: dado que esto es lo que quiero, entonces esto es lo que no quiero, y siendo responsiva conmigo: no quiero estar en estos ambientes, en este tipo de conversaciones, en este tipo de relaciones… entonces ahí ya cambió un poco la cosa. Sin embargo, mantuve mi coherencia y salí de esos lugares.
Y lo que ha ido emergiendo ha sido maravilloso. Todo ha fluido: he encontrado nuevas puertas que antes no había visto, el espacio que quedó por aquellas cosas que dejé se ha ido llenando con otras que sintonizan con mi ser, me he topado con personas maravillosas, con oportunidades de aprendizaje increíbles, he estado en el lugar preciso en el momento exacto, y así muchas otras cosas.
En realidad el trabajo ha sido desde adentro hacia fuera. Desde el propio ser, hacia otros y acompañada por otros.
Y así debiese ser siempre.
La compasión y la vulnerabilidad debiesen ser la base de nuestra educación. Porque somos seres sociales. Porque somos seres emocionales… que piensan. Porque nos necesitamos unos a otros para sobrevivir, y porque la vida es más linda, más entretenida y más feliz cuando es junto a otros.
Y como muchos de nosotros no tuvimos esta forma de educación, es que tenemos que hacernos cargo ahora. De nosotros mismos primero, después apoyar a otros.
Los invito a que sintonicen con ustedes mismos, estén disponibles a lo que emerja y sean responsivos con lo que su cuerpo y su ser les pide.
Desde adentro hacia fuera.
Sean compasivos con ustedes mismos y abracen su vulnerabilidad. Van a darse cuenta de la red maravillosa que comienza a aparecer, esa red que está ahí para ustedes.
Somos seres sociales!!! Recordémoslo siempre…
Compasión, vulnerabilidad, sintonía, red..
Qué hermosa es la vida cuando la vivimos desde ahí. Que tengan una hermosa semana.